Ya han sido varios los que me recomiendan cambiar de estilo de escritura, mientras veo cómo hacerlo mejor os dejo con la colaboración de un amigo sobre uno ya escrito. La canción del final es para acompañar el texto así que ponedla a la par. ¡A disfrutar la variedad!
La chica cuyo nombre no consigo recordar.
Cuando la conocí, no era más que una muchacha aparentemente corriente, indeseada, quizás algo esquiva y, sobretodo, muy destrozada, en todos y cada uno de los malditos sentidos de la palabra.
Sin embargo, ella nunca antes había sido así. Al menos, eso me quisieron contar sus ojos cuando la vi por primera vez.
Sus tormentos la habían oscurecido. Destruida por el paso del tiempo, su piel ya no recordaba a la de una persona dulce y delicada, sino más bien todo lo contrario. Magullada y dolorida, se endureció a sí misma para poder soportar los golpes que le propinaba la vida. Y casi le gana la partida.
Enferma para siempre y, con la inequívoca idea en su mente de huir lejos de su pasado, reclamó su lugar en parajes inexplorados, con personas y entornos totalmente desconocidos. Personas como yo, que, en aquel preciso momento no podía de parar de preguntarme instintivamente qué era aquello que había caído en mis manos con tanta crudeza.
Transmitía cierta sensación de debilidad pero, al mismo tiempo, desprendía una fortaleza envidiable. Como algo que fácilmente puede romperse en mil pedazos pero que, por el contrario, es capaz de aguantar muchos más golpes que uno mismo.
Y de repente, me miró. Sin rehuir; como una leona distraída que vuelve en sí y te recuerda que, aunque esté herida, sigue siendo una leona orgullosa a la cual no te puedes acercar sin arriesgarte a perder una parte de ti mismo.
Su mirada manifestaba recelo. Estaba justo delante de mí, y sin embargo, parecía no estarlo. Como si su mente residiese en el pasado, Un pasado del cual huía, y que la marcó de tal manera que se hacía visible en su exterior.
Un pasado que, poco después, pude descubrir que se había convertido en su propio presente. Una pesadilla sin fin.
Con el tiempo, fue recuperando su pelaje y su confianza. Incluso le perdió el miedo a su ya mencionado pasado. Consiguió olvidar, y empezó a vivir su propio presente, su propia vida. Logró apartar todo lo ocurrido anteriormente, pasar página. Incluso podría decirse que fue feliz.
Pero desafortunadamente, la indolencia no duró demasiado. Aunque ella pudo parecer la excepción que confirmaba la regla durante cierto período de tiempo, lo cierto es que el ser humano no es capaz de olvidar. No olvidamos, sino que aprendemos, de algún modo, a convivir sin ‘eso’ que tan necesario era antes o que, por el contrario, tanto nos molestaba. Y es tan lógico como triste.
Se acabaron aquellas miradas felices, las risas, la complicidad y los amigos.
La leona había vuelto a sacar los dientes y empezó de nuevo a proteger su territorio. Nadie estaba a salvo de sus dentelladas si se metían donde no debían y, ciertamente, casi cualquier pregunta empezó a suponer una verdadera molestia para ella.
Decidió partir en busca de sus enemigos, dejando la camada huérfana. La leona decidió ir directamente a por el jefe, sin vacilar en su trayecto. Quería acabar con todo, con su tormentoso pasado, lamer sus heridas de una vez por todas.
En esta ocasión, tanto la leona como la camada, podrían morir o malvivir de muchas maneras. La salvación nunca fue una opción para nadie pero, aun así, todos cumplieron con su cometido, aunque ninguno supiese realmente qué había que hacer o cómo habría que actuar correctamente.
Llovieron los días, y la sangre enturbiada que teñía nuestras propias manos se fue diluyendo. Nadie se había molestado en limpiarlas, no queríamos. Sólo el tiempo ha sido capaz de eliminarla casi por completo.
La camada sigue huérfana, ahora quizás limpia, pero huérfana.
Ella nunca regresó, aunque siempre tuvimos la confianza en que lo hiciera. Seguimos teniéndola.
El eco de sus aullidos aún continúa escuchándose en lo alto de las montañas. No obstante, a veces, su tan preciado sonido se hace difícil de distinguir.
Pero continuamos buscando a nuestra leona, nadie ha podido olvidar su nombre. Y, como dicen las malas lenguas, la esperanza es lo último que se pierde.
Si vuelves, que sepas que tu camada sigue defendiendo lo que para ti fue un hogar hace ya mucho tiempo.
Todo esto comenzó con una mentira, pero terminará con una gran verdad.
~Distant memories.
http://www.youtube.com/watch?v=FXIuc8YBkZ8