23/8/13

La chica cuyo nombre no consigo recordar

Cuando yo la conocí no era más que una chica corriente, indeseada, tal vez algo huraña y muy destrozada en todos los sentidos. Sin embargo ella nunca había sido así, solo lo era cuando yo la conocí.Llena de mugre y desolación la hallé y entonces comprendí que esto no venía solo de ayer.

Destruida por el paso del tiempo, sus tormentos la habían oscurecido, su piel ya no recordaba la de una persona dulce y delicada sino dura y escamada para soportar los golpes que venían de todos lados. Magullada y dolorida más de una vez había querido poner fin a todo pero una de ellas casi lo consigue.

Enferma para siempre de la idea de huir reclamó su lugar en parajes desconocidos con gente desconocida, gente como yo que se preguntaba que era aquello que había caído en sus manos con tanta crudeza. Tan débil pero a la vez tan fuerte, la sensación de que fácilmente puede romperse pero puede aguantar más golpes de los que uno mismo ha soportado.

Su mirada era de recelo, ella estaba aquí, delante de mí y sin embargo parecía no estarlo. Su mirada estaba posada en el pasado, un pasado que era su presente puesto que huía de él. Un pasado que la marcó de tal manera que hasta es visible en su exterior. Y de repente me miró sin rehuir la mirada, como una leona distraída que vuelve en sí y te recuerda que aunque herida sigue siendo una leona, que no te puedes acercar sin perder una parte de ti mismo y que es mucho más orgullosa de lo que sus demacrados aspectos podrían hacernos creer.

Con el tiempo fue recuperando su pelaje, su confianza, le perdió el miedo al pasado y al presente pero se olvidó de ambos. Y el olvido es lo que tiene, siempre es pasajero. Y el pasado volvió.

Se acabaron las miradas felices, se acabaron los momentos de risas, los amigos desaparecieron por voluntad propia. La leona había vuelto a sacar los dientes y estaba protegiendo su territorio, nadie estaba a salvo de sus dentelladas si se metía donde no debía y ciertamente era casi cualquier pregunta una verdadera molestia para ella.

Un día partió en busca de sus enemigos dejando a la camada huérfana, intentando valerse por sí mismos en territorio hostil, las hordas de alimañas poblaban los alrededores y la leona había ido a por el jefe. En esta ocasión, tanto la leona como la camada podrían morir o malvivir de muchas formas. La salvación nunca fue una opción para nadie, pero aun así todos hicieron su parte, aunque nadie sabía qué había que hacer.

Con el paso del tiempo, la sangre oscurecida que teñía nuestras manos se fue diluyendo, nadie la había limpiado, solo el tiempo había sido capaz de arrancarla de nuestras manos. La camada seguía huérfana, ahora limpia pero huérfana. La leona nunca regresó pero siempre tuvimos la esperanza de que lo hiciera. Sus aullidos se escucharon en lo alto de las montañas en innumerables ocasiones durante unos años pero después las montañas permanecieron en silencio.

Seguimos buscando a nuestra leona, nadie ha olvidado su nombre, todo esto comenzó con una mentira pero terminará con una verdad. Lo que ya nadie recuerda es el aspecto de la leona. Si vuelves, tu camada sigue defendiendo lo que para ti fue un hogar hace ya mucho tiempo.

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